Equipamiento del ejército español
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Sabemos lo que hicieron estos hombres, pero ¿quiénes eran? ¿De dónde venían? Estos hombres serían al menos católicos nominales y conocerían los santos y algunas oraciones y respuestas básicas de los rituales católicos en latín. Algunos de los alistados eran sin duda no españoles, ya que hay registros de todo tipo de europeos que vivían en la San Agustín colonial, incluidos alemanes e “ingleses católicos”, la expresión española para referirse a los irlandeses. Es importante recordar que, a mediados del siglo XVIII, los españoles llevaban casi 200 años en San Agustín, por lo que la mayoría de los soldados eran mestizos, es decir, una mezcla de sangre española, india y africana, pero también había otros europeos. Esta pequeña y bulliciosa ciudad militar fue el primer verdadero crisol de culturas europeas en América.
Esta colonia era en gran parte responsable de la seguridad de la navegación española que recorría la costa de Florida. Para garantizarlo, la guarnición vigilaba no sólo el propio Presidio de San Agustín, sino que también construía y vigilaba otros puestos de avanzada a lo largo de la costa, como el Fuerte Matanzas, el Fuerte Mosé y otro puesto de vigilancia al otro lado del panhandle occidental de Florida, hasta Apalachee (la actual Tallahassee). La soldadesca española vigilaba una vasta red de operaciones ofensivas y defensivas contra cualquier enemigo que invadiera las pretensiones españolas en La Florida. Los hombres locales de la guarnición de San Agustín formaban parte de lo que España llamaba Tropas de Ultramar. Eran responsables de la defensa costera de Florida desde los Cayos hasta el río St. Mary de Georgia, lo que se llevaría a cabo patrullando las aguas costeras en barcos largos y de poco calado, armados con pequeños cañones giratorios y quizá incluso con cañones pequeños. Algunos de los residentes de la ciudad llegaron al ser rescatados por estas patrullas y optaron por no marcharse nunca. En 1621, la guarnición ya había salvado a más de 500 personas de esta manera.
Historia militar española
España fue definitivamente la potencia militar dominante en la Europa del siglo XVI, principalmente porque sus tropas eran las únicas realmente regulares al oeste del Imperio Otomano -regulares, es decir, en el sentido de que eran las únicas empleadas permanentemente, ya que España estaba permanentemente en guerra. Por la misma razón, las fuerzas españolas eran las únicas que ofrecían algo parecido a una estructura de carrera para los oficiales y, en parte por esta razón, disfrutaban del mejor generalato de la época. Los ejércitos españoles del siglo XVI sirvieron de modelo y escuela de formación para muchos otros.
Sus Majestades Católicas, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, emprendieron a finales del siglo XV una profunda reorganización de las fuerzas, más bien heterogéneas, de su recién unido reino, y de ahí surgió el ejército español del siglo XVI.
En la década de 1490 se puso en marcha un ejército permanente bajo control real más completo con la Gendarmería (véase más adelante) y la Policía “de Ordenanza”, según el modelo borgoñón. Estos últimos eran de infantería, formados en compañías de 100 hombres, y probablemente similares a las tropas de la Hermanad en apariencia. Un tercio eran piqueros (inspirados en los mercenarios suizos), un tercio hombres aragoneses con espada y rodela, y un tercio ballesteros y arcabuceros.
Uniformes militares españoles del siglo XIX
La indumentaria y el equipo defensivo de los soldados de la Monarquía Hispánica, los famosos tercios, sufrieron una considerable evolución a lo largo del siglo XVII. En ella influyeron tanto la moda civil y sus cambiantes tendencias -pues no hay uniformes propiamente dichos-, con una fuerte influencia francesa en la segunda mitad del siglo, como las necesidades militares de unas guerras que fueron más duraderas y masivas que en el siglo anterior.
Antes de entrar en materia debemos tener en cuenta algunas consideraciones previas sobre la vestimenta de los soldados. En primer lugar, a pesar de que no se introdujeron verdaderos uniformes reglamentarios hasta la guerra franco-holandesa (1672-1678), la provisión de ropa a los soldados que la necesitaban -con cargo a su paga, eso sí- siempre formó parte de la logística de los ejércitos. Estas prendas eran confeccionadas por sastres civiles de la provincia donde operaba el ejército, que las fabricaban en grandes cantidades. Así, por ejemplo, en 1631 el contador del Ejército de Flandes pagó 1.640 escudos al sastre Gaspar Vandenleenput en pago de mil “ropas de munición” -nombre genérico del equipo militar completo-, 2.853 escudos a la calcetería Barthélemy Guisset por 2.500 pares de medias y camisas, y 786 escudos a Jan van Este y Cía. por un número indeterminado de pares de zapatos.
Uniforme del ejército español del siglo XVIII
Esta colección del Museo está compuesta por aproximadamente 2000 piezas, e incluye uniformes completos, prendas sueltas, fornituras y accesorios. Con la colección de uniformes del Museo del Ejército podemos apreciar la evolución de estas prendas a lo largo de la historia. Dado que los tejidos son materiales bastante delicados, y que estas prendas no formaban parte del núcleo fundacional del Museo y debido a que los uniformes no fueron reglamentados hasta el siglo XVIII, sólo se conserva un pequeño número de uniformes militares de más de doscientos años. Este vacío se ha compensado con una serie de reproducciones, principalmente de principios del siglo XX, utilizando a veces piezas originales como botones y hebillas.
Una de las prendas más antiguas que se conservan no es propiamente un uniforme, sino que parece ser la ropa que llevaba Boabdil el Chico cuando fue hecho prisionero en la batalla de Lucena (1483). El conjunto está compuesto por una túnica, babuchas, polainas y un turbante. En cuanto a los uniformes, dentro de las piezas más antiguas (Guerra de la Independencia española), destaca el abrigo verde de oficial de Estado Mayor de Artillería perteneciente al capitán Pedro Velarde, o el abrigo del capitán Luis Daoíz y Torres, restaurado en 2015.